viernes, 27 de agosto de 2021

Reflexiones sobre Free Guy y los videojuegos


Free Guy es una película que plantea reflexionar sobre el videojuego desde su esencia misma, desde lo que es por dentro y cómo se percibe eso desde fuera. Me encantaría dedicarle unas pocas palabras de agradecimiento, porque me ha hecho sentir inmensamente feliz y me ha hecho sentir menos raro de lo que habitualmente suelo autopercibirme cuando digo que los videojuegos son también bonitos por dentro (esto es, cuando eres capaz de ver sus entrañas).


El amor de los creadores por su videojuego, su obra

 

  

¿Qué es un videojuego, entonces? Un conjunto de instrucciones matemáticas y físicas hechas desde el amor, nos dice el subtexto de la peli. No un amor romántico exactamente -que es lo que también se nos cuenta y desarrollaré luego-, sino otro mucho más profundo me atrevería a decir; el de ser capaces de dejar una creación en el mundo que sea bella por sí misma, algo en lo que no necesites estar presente, o ni siquiera vivo. Dejar algo vivo de ti, de tu mente, de tus manos y de tu mismo ser y que ello sepa transmitir tus colores, tus vibraciones y todos los sentidos que le pusiste al hacerlo a todo aquel que se acerque a tu obra.

Me gustó mucho que la película le dedicase unos minutos a esa recreación de los creadores con su obra; que hablasen de ella como su pequeño tesoro. Con sonrisas verdaderas. Fue una de las partes que más me emocionaron, ver a dos chavales felices de hablar de lo que estaban haciendo. Exactamente lo que uno siente cuando ve un documental o una entrevista a sus desarrolladores favoritos. El hecho de verles brillar los ojos, ver cómo se les cambia la cara y los gestos, y cómo te pueden ellos contagiar su entusiasmo por algo que quizá ni conoces aún. Keys lo define muy bien cuando habla emocionado de que los ceros y unos son su lenguaje y cómo a través de ellos cuenta algo.

 

 

Keys y Millie son dos desarrolladores que han entendido que su videojuego dejó de ser una idea para ser su elixir vital, su ambición y su tesoro. Son dos científicos que ceden totalmente su propia identidad y alma dándosela a su creación, habiendo hecho un algoritmo o un conjunto de ellos capaces de ser más humanos que los propios humanos; una pura transmigración del alma de unos cuerpos a otros.

En este sentido, me he encontrado con unas personas que simplemente querían hacer un mundo virtual donde cualquiera pudiera ser feliz, sintiendo verdadero amor durante el proceso de creación, entendiendo que lo importante era el contenido y no tanto la autoría. La lucha es sin más devolver la idea a sus humildes orígenes una vez fue mancillada por una persona que para nada compartía esta visión y que la arrancó de sus corazones, en cierto modo. Recuperar el bien que había ahí y su potencial original, que aún existe de forma subyacente dentro de Free City y por la que pelearán junto con Guy.

 

 

El culto al Out of Bounds: saltarse los límites físicos

 

  

 

Fue la idea central de películas como El Show de Truman o Matrix, una idea tratada en Ready Player One y en Rompe Ralph -de forma tímida en este último-; pero también una revisión o actualización de la clásica alegoría de la caverna. Aquí tiene un sentido distinto y el que más me gusta a mi, que es ser conscientes en todo momento que esos límites existen y saber que suscitan auténtico interés aventurero y de explorador. Que no son límites que tengan porque resultar en "algo superior a tu mundo", o que debas alcanzar porque tu mundo "es falso". Simplemente porque suponen "algo interesante, algo por lo que merece la pena aventurarse en dichos límites". 

Más allá de las fronteras físicas o límites de un videojuego -el lugar hasta el que te deja ir un videojuego con tu personaje- puede que no haya nada programado, pero alberga tesoros también. En este caso, toda la película gira en torno a eso que no se ve, pero que Guy siempre veía desde su ventana cuando se despertaba -sin saberlo-. Allí es donde estaba lo importante para la película. Porque a veces ir más allá del mar en un juego no plantea recompensa alguna. La recompensa es, simplemente, el placer de hacer ese recorrido. Hacerlo porque puedes. Y, en el caso de esta película, porque debes.

Pocas cosas hay más bellas en un videojuego, para mi, que desafiar lo establecido. Free Guy es un regalo a los amantes del OoB como disciplina, y un regalo al programador, diseñador y tester curiosos que dedican algunos momentos a establecer "dónde -el lugar en el que- acaba mi videojuego". Ir por donde se supone que no tendrías que estar, como te advertía el mítico Painkiller en 2004 en uno de sus exteriores no transitables. 

 

 



Abrazar tu mundo también aún cuando se te revela su naturaleza

 

Guy es amor, en sentido literal. Y al ser amor, está hecho para defender su cosmos y a sus gentes. Su ciudad y lo que hay más allá de esta, aún con sus locas e injustas reglas. Se nos demuestra que hasta el NPC más simplón y del que ya has escuchado sus trilladas frases, es un habitante de su mundo... para él, todo su mundo. Y por ende, perfecto tal y como es. ¿Por qué iba a sentir curiosidad por lo que hay fuera, o incluso por quién lo creó? Guy no necesita eso, porque su vida le basta y le sobra. Su videojuego, esté en el estado en el que esté, sigue siendo suficiente para él.

 


 

Me parece además un personaje inteligente, sensible y que despierta pasiones en todos a los que se dirige. Porque es el detonante de la evolución del propio ecosistema, es la curiosidad abriéndose paso en cada linea de código y con cada interacción. Y lo es más aún tras serle revelado todo el pastel. Pero no le importa. Lo importante siempre ha estado ahí dentro; de lo de fuera que se ocupen los de fuera. Es un mensaje potente y hermoso, y es que hasta la pieza más insignificante del tablero es parte del tablero, ES el tablero. Guy es la pieza clave, si, pero sigue siendo un pequeño ovillo de código inquieto al que le debemos tanta pleitesía como a cualquier otro aspecto de tu videojuego.

Un videojuego es la gran suma de cada pequeña parte que coexiste con el resto, sin las cuales, nada tendría sentido. Todo alrededor de Guy es tan importante como él, desde sus compañeros hasta aquellos visitantes exteriores que vienen a hacer el cafre.



Pero, por encima de todo, los videojuegos están hechos por personas

 

 


Que es todo lo que la película también cuenta. Cómo los intereses se contraponen, cómo las visiones no siempre coinciden, de cómo también se producen las luchas antagónicas por lo que debería ser un videojuego para unos y para otros. De cómo esto también es un trabajo, y como tal, no debería absorber nuestras vidas o dirigirlas siempre, y dónde establecer la dignidad que estamos dispuestos a mostrar.

Cómo un videojuego, para unos es su instrumento de pasión y subsistencia, pero para otros solo un vehículo de la avaricia. Para unos un medio, para otros un fin. Cómo genera desentendimiento, pero cómo también genera el amor en su sentido más puro.

Al final, Guy es la expresión algorítmica y neuronal hacia quien te hace sentir único y especial cada día. De por quién estarías dispuesto a todo. De quién te da fuerzas para seguir. Y es que, a pesar de querer que tu creación y tu mundo sean una extensión de ti, no dejabas de hacerlo por otros, a través de otros y para otros. De cómo el videojuego es amor por una idea, pero también por una persona o más. Y es que al final, lo hacías por puro amor. En todos sus sentidos.

 

Gracias al equipo de Free Guy por haberme recordado que el amor llena, sea cual sea la manifestación de éste. Que los juegos también son bellos por dentro una vez les has visto el cartón. Una peli que ha alimentado al niño más curioso que llevo aún dentro y que cuido a diario con todas mis ganas. Gracias por leer.

 

fran_friki

 

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