sábado, 20 de abril de 2019

No juego a juegos difíciles por darte a ti en las narices


Claro, breve y conciso: No juego a juegos difíciles por darte a ti en las narices. En el siguiente texto voy a exponer una serie de inquietudes personales intentando explicar esto.

https://sectoromega.blogspot.com/2019/04/no-juego-juegos-dificiles-para-molestar.html




El ermitaño

A lo largo de mi vida he jugado solo la mayoría del tiempo. Por supuesto, he compartido mi hobby, mi pasión y muchísimas partidas con amigos que son como yo. Nuestro punto de encuentro común a veces eran partidas conjuntas, pero la mayoría del tiempo se trataba de jugar cada uno en su casa. Con los años, el crecimiento y las responsabilidades, uno se va quedando quizá más solo frente al televisor o al monitor con los videojuegos. Tuve mi época de onlines, pero no me duró mucho ni me atrajo en exceso.





Sin muchos cambios repentinos de gustos, he seguido básicamente nutriéndome de los mismos géneros y sagas, por lo que no se puede decir que haya cambiado mi rutina. En el fondo, sigo haciendo lo mismo y para lo mismo: divertirme pasándome juegos. En el momento en el que juegas solo y no persigues una aprobación ajena, una palmadita o unos consejos, estás totalmente desconectado de juicios ajenos... pero también de hacerlos tú. ¿Soy un ermitaño de las montañas por haber seguido jugando en la silla, mirando a la tele y sin echar mucha cuenta del mundo? Lo soy, si. Ha llegado el momento donde me da muy igual las expectativas ajenas.



Autosuperación: mi competición

Sin embargo, jugar solo no me impide conocer los récords y hazañas de los demás gracias a los adelantos tecnológicos y a la evolución del videojuego. Sin entrar en profunidad -pues el tema puede llevar a ello-, la puntuación, los leaderboards y los trofeos o logros pueden condicionar tu forma de jugar, añadiendo retos extra que ni siquiera te planteabas. Hay un factor inconsciente aquí que te empuja a no quedarte atrás, a "no ser menos", pero es algo totalmente personal, que se hace en soledad y sin picar, regañar o sugestionar a nadie. Es un ejercicio tan propio como lo pueda ser cualquier otra aspiración en la vida.




En el momento en el que veo mis récords y los comparo a las de las otras personas, me puedo hacer una idea aproximada de cuánto debería pelear si quiero seguir subiendo. Pero es algo que, repito, hago en soledad, sin chotearme de ninguna de las personas que aparecen en esas tablas o registros de trofeos. Es admiración pura. Todo esto, se convierte, en una lucha mía contra mí mismo. Los números ajenos se difuminan, y sólamente veo mi nombre entre otros muchos, junto a una posición. Si el videojuego lo merece -y mi tiempo-, peleo duro hasta que quedo satisfecho. Todo esto, ya sabéis, en la más estricta intimidad. Nadie se entera de este proceso. Nadie "lo sufre". Nadie lo debe encajar. Sucede de forma natural en un entorno controlado como es mi mente. Y las conclusiones a las que llego se quedan ahí.



El camino de baldosas amarillas me ha llevado a lugares ásperos

Si no has hecho otra cosa que jugar en tu vida, que volverte mejor, que extraer toneladas y toneladas de datos e información pura y sin edulcorar de los videojuegos -esto es, jugando-, al final terminas caminando por senderos interesantes. Senderos que te llevan a lugares que mucha gente piensa que son "para unos pocos", altares del egoísmo, rincones onanistas donde una élite no permite pasar a los demás. Lo que no se piensa es que quizá has llegado a algunos géneros y maneras de entendimiento del videojuego por simple progresión, dándote exactamente igual la humanidad. Uno empieza amando los plataformas y termina intentando jugar y conocer la mayoría posibles.




Y, si bien empieza a entender sus esquemas, puntos fuertes y flacos, al final acaba clamando por uno o varios que lo lleven al límite, pues piensa que tiene una preparación bastante, una experiencia acumulada tal y una autoestima lo suficientemente elevada para poder enfrentarse a ello. En el ejemplo de los plataformas, de hecho, hemos acudido precisamente a algunos de los más duros de la historia estos años, precisamente dirigidos a todas aquellas personas que querían ver concentrado en un título toda la maldad posible, en busca de la adrenalina última, de sentir lo máximo. ¿Es sentir emociones fuertes una forma de exclusión? Si has llegado ahí caminando solo y sin arrastrar a otras almas, entonces no le debes nada a nadie ni viceversa.

Nadie en su sano juicio culparía a un deportista de riesgo de buscar el riesgo. Ha llegado ahí por su propio pie, mediando su responsabilidad únicamente entre él y el peligro. En videojuegos sucede de forma parecida -salvando las evidentes distancias-, a veces acabas en sitios curiosos simplemente porque puedes y quieres. No me siento culpable en absoluto de haber terminado buscando retos, pues lo he hecho de forma natural y no formando grupúsculos o clubes privados.



Entiendo la dificultad como el lugar al que he llegado sin arrastrar a nadie

Examinando mi vida de jugador y los retos a los que me he enfrentado, entiendo a dónde he llegado. Entiendo también cómo y por qué. Y en ninguno de esos hitos, he menoscabado, arrastrado, o perjudicado a nadie. Mientras existan desarrolladores que piensen en nichos como el mío, seguiré por aquí. Si un día faltan, no pasa nada, porque quien me conoce sabe que no le hago ascos a prácticamente ningún videojuego, tenga reto o no lo tenga. Mi mochila también se compone de videojuegos accesibles que no paro de recomendar semana si, semana también. ¡Coño! Si estoy aquí es porque yo también he aprendido y he limado torpezas, y he buscado cosas relajadas, y también he querido sentirme superior a una CPU sin tener que ser ésta particularmente compleja.





El problema aquí es sencillo: no tengo absolutamente nada que explicar en el fondo. Y lo poco que deba justificar o demostrar, siempre será para mí mismo. Para mejorar, para seguir creciendo como jugador... o simplemente para divertirme. Porque al final he llegado a esta situación por el mero afán de pasármelo bien. Qué ironía, ¿no? El hecho de ir jugando me ha llevado a un escalón desde el que se me puede juzgar sin saber en ningún momento que esto de jugar se podía tomar como una escalera. Yo lo veo como un camino llano con una pequeña pendiente en un hermoso paisaje -el videojuego-, otros lo ven como una escalera vertical desde la que me río fuerte desde lo alto.

No sabía yo que tantos años pasándomelo bien iban a desembocar en un ecosistema que me culpa a mi y a los desarrolladores que conforman mis gustos, directa o indirectamente, por ello. A todas las personas que piensen que mi búsqueda de la dificultad es en detrimento de la habilidad ajena, bueno; decirles que no se den tantísima importancia. Que en este mágico proceso no ha intervenido prácticamente nadie. Esta paz absoluta que siento no debería estar perjudicando ninguna conciencia. Paz y amor; existimos jugadores que nos gusta el reto los cuales hemos llegado aquí de pura casualidad.

¡Gracias por la lectura!


fran_friki

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